“Yo no merezco más de la mitad del mérito por las batallas que he ganado. Por regla general, son los soldados los que ganan las batallas y los generales los que se llevan la fama.”
Napoleón Bonaparte

Se dice que en los negocios la parte difícil es la de pensar; crear estrategias y planear acciones para hacer que suceda el resultado; esto sucede tanto en las empresas creadas por las personas físicas y las personas morales; que, aunque pueden ser parecidas tienen diferencias que las hacen únicas ante los ojos del fisco.

Poco se dice del compromiso de “la otra parte”: la de hacer que los planes se materialicen en realidades palpables; de hacer que las cosas sucedan y que no se queden en buenos propósitos.

Me remito a la definición de Administración que “es el arte de lograr resultados a través de terceros”. Y he aquí dos dificultades: primera, que se trata de un arte y no de una ciencia exacta y como tal es insegura; la segunda, de que el resultado depende precisamente de esos “terceros” que son seres humanos; con conductas impredecibles, capacidades, necesidades y motivaciones diversas… ¡por eso es un arte!

Una atinada selección y capacitación de personal no nos eximirá de contrariedades. Aceptemos que la gran mayoría de los individuos tienen capacidades dentro de la media normal. De tal forma que – si los resultados no se dan – la solución no se reduce a estar despidiendo al personal que no funciona; sino en hacer que estas personas promedio se conviertan en  excelentes hacedores.

Y entender que aquél que esté por debajo de ese cociente, difícilmente lo llevaremos a ser regular. Recordemos la naturaleza de los talentos: si no se traen de nacimiento no se pueden inducir.

Tratándose de personal con capacidades corrientes o “promedio”; ese arte de administrar tiene mucho que ver con ellos ya que deben hacer que suceda el resultado. Mis observaciones, en este sentido, son las siguientes: