Para el desarrollo de su ciclo de maduración, una empresa debe hacer frente a determinadas necesidades financieras como consecuencia de la adquisición y consumo de determinados bienes y servicios.

Estas necesidades pueden clasificarse en dos categorías:

Necesidades financieras cíclicas

Son aquellas cuya existencia está directamente ligada al período medio de maduración, renovándose al ritmo de éste. Desde otro punto de vista, estas necesidades surgen como consecuencia de tener que emplear unos recursos en cada uno de los ciclos de maduración, porque en cada uno de ellos se consumen o transforman.

Los gastos (que darán lugar a unos desembolsos) que se van incorporando al ciclo de maduración son los siguientes:

El reflejo contable de estas necesidades cíclicas lo tenemos en las siguientes partidas del activo circulante:

Necesidades financieras acíclicas

Son aquellas que están ligadas a los bienes que permanecen en la empresa durante varios ciclos de maduración posibilitando directamente su desarrollo (edificios, maquinaria, mobiliario, etc.), o bien, relacionándose con el ciclo de vida de la empresa (por ejemplo, adquisición de participaciones en otras empresas de cara a una expansión o diversificación).

Estas necesidades quedan reflejadas en el activo fijo. Para hacer frente a estas necesidades las empresas disponen de una amplia variedad de recursos financieros. Estos recursos los clasificaremos en tres categorías:

En general, estos recursos provienen del aplazamiento de la obligación de pago que es consecuencia de la adquisición de materiales y servicios a los proveedores, de los gastos aplazados y de las deudas fiscales.

Otro recurso cíclico importante, pero de naturaleza diferente, es el descuento comercial, aunque es posible que este recurso no se amplíe al mismo ritmo que el nivel de actividad.