“Se gana y se pierde, se sube y se baja, se nace y se muere.

Y si la historia es tan simple, ¿por qué te preocupas tanto?”

Facundo Cabral

Es esencial dejar ir procesos, productos, servicios, áreas, o negocios completos, cuya rentabilidad se ha esfumado. Sin embargo, nos topamos con la natural resistencia al cambio, al abandono.

Una manera obvia de ganar más dinero es identificando las áreas, procesos, productos, servicios, e incluso negocios completos, en los que no se estén generando utilidades, y en los que tampoco se vea para cuándo lograrlo a futuro; hay que detectar aquello en lo que no seamos líderes, ni haya rentabilidad, donde los resultados sean nulos o mediocres.

Ya detectado el problema, podríamos decir que tenemos resuelta la mitad, entonces lo que procede es convertirlo en oportunidad. Así dichas las cosas, hacer lo demás parece fácil. No obstante, a la hora de los hechos nos resistimos a dar el paso siguiente: la acción de abandonar, de cerrar el capítulo, aunque tengamos el respaldo de una estrategia de renuncia, puesto que no es tan simple como bajar la cortina y ya. Así pues, ya convencidos de que hay que actuar, de que hay que abandonar, es en la puesta en marcha de las decisiones obvias, impostergables, que nos detenemos, que lo posponemos… y seguimos perdiendo dinero. Y a veces no abandonamos porque hacerlo nos restaría popularidad, hasta que los problemas llegan a un punto sin solución.

Algunas explicaciones de esta resistencia a la instrumentación del abandono podrían ser las siguientes:

¿Qué hacer entonces para vencer estas resistencias, para reencontrar las avenidas del sano crecimiento de nuestras empresas? Ahora sugeriré lo que pienso que es bueno:

Cuando pensamos únicamente en lo que quisiéramos tener, y no en aquello a lo que debemos renunciar, nuestros negocios se llenan de inevitables y pesados lastres, que enferman el crecimiento, que nos dispersan y desenfocan. Optamos por una meta, pero no nos decidimos al mismo tiempo, con igual firmeza y convicción, a renunciar a lo que sea necesario para alcanzarla. Juzguemos nuestro éxito en función de aquello a lo que hemos renunciado para conseguirlo.

Debemos tamizar todo lo dicho a la luz de la realidad de los negocios; los que, por su esencia misma, piden maximizar sus utilidades. No se trata de cerrar por cerrar, ni de claudicar en el esfuerzo emprendedor, sino de comprender que la sola fuerza de voluntad no es suficiente para resucitar un negocio decadente. Simplemente se trata de ser pragmáticos. Si no hay rentabilidad, ni tiene para cuando haberla… ¿para qué seguir?

Vivamos la vida y manejemos los negocios sin tanto apego a los mismos.